
Ya sé que no viene a cuento, que lo de los cuentos sexistas ya tuvo su tiempo para ser defendido, criticado, echarse unas risas o llorar de felicidad, como en los finales de esos cuentos que Bibiana Aído considera lectura no apta para menores, o menoras según sea la hora del reloj de género. Pero resulta que leyendo un cuento actualizado de Caperucita no me he podido resistir a escribir una versión porklight y libre del cuento de Los Tres Cerditos. He comenzado complicándomelo yo mismo eligiendo el título del cuento, pues para buscar la paridad de sexos entre número impar es harto complicado a no ser que a un cerdo lo convierta en cerdo de día y cerda de noche y así asunto resuelto. También ha pasado por mi cabeza la idea de adoptar otro cerdito para el reparto equitativo de sexos pero sería fatídico que se enterase una vez cumplida la mayoría de edad que sólo fue adoptado para cumplir los caprichos de una ley ministerial: acabaría embutido en una depresión de tres pares de jamones. Pero no, quiero mantener el título original, que algo quede, así que manos a la pocilga...
Érase una vez, tres inseparables hermanos cerdos de madre soltera y padre inseminador, tres hermosos cerditos con sobrepeso que se aburrían comiendo y durmiendo en una granja forzados a vivir llevando una vida de total sufrimiento, convertidos por la industria en auténticas máquinas de producir carne. Un día cualquiera fueron cargados en un camión con destino al matadero comarcal junto a varios de su especie creyéndose de vacaciones por la ruta del jamón. A pocos kilómetros del destino un grupo de radicales de la extrema incógnita, digo incógnita pues no sabría ubicarlos en la extrema derecha o en la extrema izquierda pues estaban todos situados encima de una gran barricada y bajo una capucha negra donde podía leerse "no al burka" entre otras pegatinas. Eran miembros y miembras del colectivo Jamones sin Fronteras y Bien Curados, que haciendo uso de su pacífica protesta longaniza en mano y barra de pan en otra abrieron a bocadillos las puertas traseras del camión liberando a todos los cerdos. Los tres hermanos, libres y agradecidos a sus libertadores saltaban y movían sus obesos cuerpos de alegría y decidieron adelgazar y comer sano y comenzar una nueva etapa de su vida olvidando su pasado en aquel cebadero granja. Así que lo primero que hicieron fue intentar encontrar vivienda porque trabajo no les iba a faltar, porque ese trabajo que todo el mundo rechaza, que si contrato basura, que si no se gana nada, que se trabaja mucho, que es una mierda, ese trabajo de cerdos, lo aceptarían encantados.
Los dos más pequeños consiguieron ese trabajo y una hipoteca del banco Vaslisto (sobre todo si no pagas), fundado por su principal accionista Ferozilio Lobotín. Un banco muy conocido por no hacer precisamente fresh banking con los clientes porcinos sino barbacoa banking. Construyeron trabajando de sol a sol sus respectivas casas de paja y de madera con el sudor de sus frentes y el color de sus patas negras y apenas terminar de amueblarlas la crísis les alcanzó hasta los andares y ya tenían una orden de embargo del banquero Lobotín. Embargados de sus bienes y de sus vidas el malvado Ferozilio Lobotín se frotaba las manos mientras soplaba y resoplaba una y otra vez las brasas de la barbacoa instalada en su jardín, en la que se merendó de un bocado a sus dos nuevas víctimas.
El hermano porcino mayor, que había cursado estudios a distancia en la Universidad Porkificia de la Piara y logrando el master de como hacerse chorizo sin necesidad de sacrificio, tuvo más suerte y llegó a la alcaldía de Cerdanyola. Con gran ocico para los negocios, comisión aquí, recalificación allá, regalitos de lotes ibéricos por más allá...consiguió hacerse con una enorme casa de ladrillo y piedra y la mayor empresa importadora y exportadora de chorizos del país hasta convertirla en multinacional. Tanto fue el éxito del cerdo mayor que Lobotín a través de Vaslisto alargó sus garras y pegó un zarpazo hostil a la totalidad de acciones de la empresa choricera mediante una OPA. Desposeído de su empresa, el cerdito mayor juró venganza sin violencia. Pidió una reunión urgente en su casa de ladrillo y piedra con Lobotín. Éste accedió y se reunieron a tratar el tema bajo el fuego de la chimenea. El cerdito mayor fue al grano:
-Sé que te zampaste a mis hermanos, quiero que me los devuelvas y olvidemos el asunto de la OPA.
El banquero, chulo, altivo y prepotente como todos los banqueros contestó a carcajada limpia:
-Opá, opá yo vi a hacé un corrá, opá, opá yo vi a hacé un corrá con mis cerditos y sus dineritos, opa, opá....
El cerdito mayor escuchó semejante ofensa y se cabreó aún más e insistió:
-¡Devuélveme a mis hermanos o te arrojaré sobre el fuego de la chimenea!
-Está bien, está bien, te los devolveré, dijo Ferozilio frotándose las garras, pero con intereses, remató la frase.
Entonces abrió su barriga y salieron los dos cerditos y cuatro cerditas más (por los intereses) Entonces, decidieron montar una orgía sexual los ocho, que duró toda la noche y se lo pasaron de puta madre y fueron felices y hasta comieron perdices los muy carnívoros; hasta el día siguiente, en que Ferozilio Lobotín fue acusado y arrestado por ejercer la zoofilia. Y colorín colorado hasta aquí he llegado.