jueves, 11 de julio de 2013

El más rápido del Oeste

Corren tiempos de relax. Es el momento de desenfundar las guardadas armas del placer, y las deseadas caricias hacen que el vello se levante en remolino.
En la alcoba del burdel, de un pequeño candil junto a la cama, una luz tenue ilumina dos rostros. Ni siquiera hay una manta para cubrir los cuerpos.
Él aparece de entre las sombras, sombrero de cuero viejo y botas de montar, y barro en las espuelas. Carga un arma, del calibre 18 de simple acción.
Ella, la puta más deseada a este lado de Río Bravo, se defiende con dos senos del 125.
El coito comenzará cuando se escuche la última campanada de la iglesia.
La noche camina, el viento silba, el silencio se esconde......el duelo está a punto de comenzar, esperando el momento deseado para lanzarse uno contra el otro.
Se escucha la primera campanada. Él parece sereno. El satén del sostén de la puta crepita al soltarlo con sus manos. Él no pestañea a la provocación.
Otra campanada.
Los ojos de ella muestran su rabia y estupor por la espera a que es sometida. Él hace caso omiso de su mirada.
Última campanada. Ambos desenfundan sus armas.
Se escucha un disparo. Luego el sonido de unas espuelas golpear despavoridas sobre la envejecida tarima de la alcoba, y una larguísima carcajada.
Él, herido de orgullo, huye y ella se viste frente al espejo perfilando su sinuosa silueta con las manos.
Y se pregunta: ¿realmente ese hombre era el temido Búfalo Viril?
Sin duda era el hombre más rápido en correrse del Oeste.