miércoles, 15 de septiembre de 2010

Quien lapida la bebida puede hacerlo con tu vida.

Quien lapida
una bebida,
una cerveza,
no tiene bien la cabeza,
tiene la mente tullida.
Sin ninguna ligereza,
con franqueza,
puede hacerlo con tu vida.
Enredado más que una orgía de gusanos, en la red he encontrado una imagen
graciosa a primera vista y preocupante después. A pie de foto decía que un grupo de oficiales femeninos de la policía local en el estado de Kano, Nigeria, lapida cervezas en cumplimiento de la ley islámica que prohibe la ingesta de alcohol. La verdad que es ridículo ver lapidar botellines de cerveza con las mismas botellas a modo de piedra, pero no lo debe ser tal cuando no tienen asumido que lapidar es una bestialidad mas que sólo lo hacen los que hacen bestialidades. Como los del toro de la Vega de ayer, perseguido y lanceado hasta su muerte. Culturas difíciles de digerir en pleno siglo XXI.
Qué mal puede hacer algo tan saludable y refrescante. Pobres botellas. Ni que fuera el mismísimo diablo adoptando la forma de una botella de cerveza cuando ésta, Diosa de la sed veraniega, purifica el alma a tantos devotos. Y observando las caras de esas mujeres, con que rabia, fuerza y puntería lanzan ese odio hacia esas pobres cervezas, que donde ponen el ojo ponen la botella o la piedra, parecen entrenadas para la lapidación.
Veo que entre las víctimas hay varias Heineken. Fiel a esa religión cervecera, no puedo mas que decir que Dios las acoja en su estómago, y que se apiada de sus cebadas, almas de la buena cerveza. Fermenten en paz.

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