martes, 27 de enero de 2015

De burros y burradas en esta entrada






Perdonad por volver a ilustrar este nuevo post con la foto del anterior. Puede parecer que la envidia me corroe de tanto mirarla, pero no es así, pues mirándolo no por el lado ergonómico, sino económico, y no es cuestión de recortar nada, que está muy bien,  prefiero no tener una como esa, sería mi ruina. Hay una razón de peso por la que digo esto, y es que el día en que la dificultad para levantar eso comience a ser frecuente a ver  cuantas pastillitas azules hay que tomarse para conseguir el hinchazón deseado con tal entramado venoso.  Un suma y sigue, y eso a fin de mes sale un pastón. Que de la jubilación a uno no le va a quedar ni la on para encender la tv.
Por otra parte he estado mirando en los anales del libro de los récords de Bilbao, y no he encontrado a ningún bilbaíno con semejante envergadura, salvo el burro del Patxi, pero como ya murió el pobre, de un escupitajo de tinta de chipirón le han borrado ya del libro.
El pobre animal murió como consecuencia de una típica apuesta. Un donostiarra le preguntó que cuantos kilos podía echarse el burro al lomo y Patxi le dijo que todo lo que le echaran encima. ¿Y descargar? ¿descargar? por el culo, como todo ser animal. Lo que quieras. Apuesta y verás.
Total, que se calentaron los dos y apostaron una buena pasta. Tu burro lo va a sentir Patxi, le dijo el donostiarra. Más lo vas a sentir tú, donostiarra, cuando pierdas los 50.000 euros.
Ese día había tormenta y llovía la hostia y el donostiarra amarró el burro con una cadena a una torreta eléctrica de Iberdrola.  Patxi y el donostiarra se miraron,  se dieron la mano y la apuesta se daba por iniciada. Y esperaron.
Desde lejos observaban el burro empapado y con las orejas hacia abajo y miraban de vez en cuando al cielo, en eso que de repente un rayo cayó sobre la torreta y se deslizó a través del amasijo de hierros que la da forma alcanzando de lleno al burro.
Después de ver  iluminado todo su esqueleto óseo, cayó en llamas al suelo y quedó tendido como un fino papel humeante. Y la cadena, como el,  hecha cenizas.
Patxi miro al donostiarra y le dijo:
-Ayvalahostia pues!! , ya  han tenido que ser muchos kilos, eh donostiarra?, pobre burro mío con lo duro que era para estas pruebas.
-Si Patxi,  esta vez como 300 kilos,  kilovoltio arriba, kilovoltio abajo.

lunes, 26 de enero de 2015

Versionando a David, Civera, con un Goliat de carne de primera


Antes de empezar a leer, pausar la canción que esté sonando y memorizar el ritmo de una de las más  famosas canciones de David Civera  en este enlace y poco a poco trasladar las letras de mi versión a las de la canción original.


Bendito sea aquel día
que al negro yo se la vi
Ahora vivo angustiada,
ese tamaño no me deja dormir.

Benditas sean sus venas,
su tronco, su glande,
esa cabeza que me fascinó.
Bendito sea mi flujo,
que moja mi corazón.

Que se sostenga, 
erecta, firme y gruesa,
valiente y portentosa,
yo se la quiero levantar.

Que se sostenga,
que ha mojado mis bragas,
ha "desnudao" mi alma,
y me ha "dejao" "pa yá".

Yo la busco en mis sueños,
la quiero dentro de mí,
con ella quiero saciarme,
de gozo que con otras no conseguí.

Ahora bendigo ese día,
al deseo,
al orgasmo que con ella
gritando voy a llegar.
Ya no me quedan más noches,
sólo me queda despertar

Que se sostenga, 
erecta, firme y gruesa,
valiente y portentosa,
yo se la quiero levantar.

Que se sostenga,
que ha mojado mis bragas,
ha "desnudao" mi alma,
y me ha "dejao" "pa yá".


jueves, 22 de enero de 2015

Microrrelato



 DESEOS CUMPLIDOS                                                                    

De los burdeles, Santi siempre salía insatisfecho, y a la vez era objeto de las burlas de las putas. A gritos y entre alcohol,  maldecía a su micropene.
En casa, se miraba y hacía añicos los espejos con las manos. Un trozo de ira muy grande se quedó en una de sus manos.  
Hoy Santi no sale del burdel, es travesti, disfrutando con lo que siempre ha deseado: sentir lo que es un pene normal.

viernes, 16 de enero de 2015

Soneto en viernes



Mis dedos despiertan en tus manos
y recorren tu cuerpo para acariciarte,
sentir en tu piel el calor de amarte,
y de deseo, tú y yo  yacer cercanos.

Perfilar tus labios de besos aun secanos,
en tus mejillas la ternura palparte,
ver tus ojos y la mirada cerrarte
al tomar tus senos cual duraznos.

Inclinarme a ellos reverente,
ofreciendo mi lengua más lasciva,
y a tu antojo dejarte mis encantos masculinos.

Estremecer mi cuerpo sudando palpitante
al rozarse pegado en carne viva
a tu sexo candente en vaivenes serpentinos.


jueves, 15 de enero de 2015

La noticia es reciente, de hoy 15 de enero, y la he visto de casualidad, pero lo de cortar penes y enterarse un servidor en las noticias viene de los años 90 con la última samurái de la venganza llamada Lorena Bobbit. Han tenido que transcurrir dos décadas y media para batir el récord anterior de una mutilación viril (al menos conocida por mí a través de la prensa) por dos veces en un mismo miembro.
Se desconoce el tamaño del miembro, pero si se conoce el tamaño de la infidelidad: un considerable número de mensajes eróticos enviados por el marido desde el teléfono de la mutiladora a la amante del mutilado, que en un descuido de este último es aprovechado para leerlos por la mujer  y  montar en cólera y amputar de raíz el cáncer de la infidelidad cortando por lo sano con unas tijeras mientras dormía.
Al enterarse que al marido le reimplantaron el miembro en un hospital, ni corta ni perezosa (la parte mutilada seguro que en esos momentos se encontraba más corta y perezosa de lo habitual) se dirigió allí y con unas tijeras se lo volvió a rebanar arrojándolo por la ventana.
La noticia dice que fue imposible encontrar el pobre pene por las inmediaciones del lugar y teniendo en cuenta que ocurrió en China es poco probable que fuese un perro que pasara por allí quien se lo llevara al estómago.
Una infidelidad tiene que doler por dentro, pero no tanto como por fuera, y a tijeretazo limpio, el corte de un pene. Solo de pensarlo ya me están dando ganas de deshacerme del teléfono móvil.
No penséis mal, infieles, lo que pasa es que poseo uno sin conexión a internet y quiero hacerme con uno que tenga para enterarme mucho  antes de quien será la próxima poseedora de un nuevo récord.
Y para terminar un chiste:
Se abre el telón y se ve a una pareja de andaluces en la que el marido confiesa a la mujer sus infidelidades.
Se cierra el telón y se vuelve a abrir y se ve a la mujer cortándole el pene al marido con unas tijeras  por tal motivo.
Se cierra el telón y se vuelve a abrir y se ve al marido en el hospital rodeado de médicos cosiéndole el pene.
Se cierra el telón.
¿Cómo se llama el oficio?
Corte y confesión!


martes, 13 de enero de 2015

No te hundas junto al Titanic de la amargura

 
La suciedad hizo que me topara con un viejo y grueso diario mientras limpiaba una estantería de madera en el desván de la nueva casa a la que acabábamos de mudarnos mi mujer y yo, mientras hacía un hueco para meter la bicicleta estática de ella, inservible después de que una imprudencia al volante se llevara sus dos piernas. Tenía la piel de sus pastas arrugada, rodeada de manchas de tinta que en su día debió rellenar sus páginas interiores y una gran fisura sobre el lomo en forma de siete. Mi curiosidad, y sobre todo alejarme del estres de mi esposa a causa del traslado, lo cogió entre las manos y lo llevó a una habitación, junto con mis gafas. Me acomodé sobre la cama, me puse las gafas y éstas, como un bastón de ciego, comenzaron a guiarme entre las páginas. La vista me proporcionaba los primeros datos de la vida de una hermosa mujer de largos cabellos rubios y rizados postrada en una silla de ruedas a causa de una rara enfermedad.Cada hoja comenzaba con la fecha impresa del día que escribía, y en cada hoja contaba lo vivido por ella en esa fecha. Encontré pequeñas alegrías, pero también abundante tristeza y, muchas, muchas reflexiones en cada una de sus hojas, que terminaban  con una frase a modo de recordatorio que me llamaba mucho la atención y que decía:
"mañana nos encontramos de nuevo"
El nerviosismo de mi mujer requiriendo con urgencia mi presencia hizo que pasara deprisa el resto de las hojas hasta llegar a la última de sus páginas.
Me extrañó que no hubiera nada escrito, que estuviera en blanco y que no figurara la fecha y solamente en la parte inferior derecha se podía leer: "el día ha llegado". Lo cerré de golpe y caminé hacia mi esposa escuchando un sonoro reproche, un más de los cada vez más frecuentes:  "Pedazo de holgazán, ¿todavía sigue aquí este puto trasto de bicicleta?"